jueves, 19 de junio de 2008
Internacionales: Abandonados en la Guinea Ecuatorial
El otoño no llega a la vida del patriarca y cada minuto que pasa, es un minuto más de crimen, de tortura, de humillaciones que se reproducen en el universo por enésima vez. Un minuto más de privaciones espirituales y económicas, de traiciones, de silencios.
Hoy juzgan a un Hombre en Malabo. Lo someten al “waterboarding” para que el detenido confiese o se autoinculpe. Y surgen las preguntas a borbotones. ¿Cómo las democracias occidentales no advierten que la defensa de derechos humanos sobre la que machacan todos los días, en este lugar del mundo no se respeta? ¿Puede el interés económico primar sobre el derecho a la vida? ¿Puede un individuo cegado de autoritarismo manejar los destinos de un pueblo indefenso? ¿Por qué la pobreza con el recurso que representa el petróleo? Y cuántos interrogantes más…
A Simon Mann, ciudadano inglés lo acusan de haber planeado y dirigido un supuesto Golpe de Estado contra Teodoro Obiang Nguema, el patriarca al que no le llega su otoño.
En la dictadura de Obiang Nguema:
•Los niños mueren de enfermedades superadas hace cientos de años.
•Las niñas son el objeto sexual preferido de los gobernantes y sus amigos blancos. Si, si, blancos: europeos, americanos, filipinos, asiáticos...
•Los jóvenes o se convierten en brutos al servicio de la banda armada que gobierna o tienen que emigrar a países que los usaran como carne de cañón.
•Las chicas que llegan a jóvenes o se casan o muchas terminan en la prostitución, en un elevado y escalofriante dato estadístico.
•Los maltratos generalizados a las mujeres no encuentran freno en ninguna instancia gubernamental.
Sin embargo, hay otro Hombre que se encuentra preso: Severo Moto, el líder opositor que lucha por la democracia en Guinea Ecuatorial y al que acusan de ser terrorista y traficante de armas. Y un grupo de hombres y mujeres, entre los que hay periodista que deben soportar el exilio por denunciar el crimen y la corrupción de su pueblo.
Invitación Especial: La realidad en Guinea Ecuatorial
http://geconfidencial.blogspot.com/
Fuente fotográfica:http://geconfidencial.blogspot.com/
lunes, 16 de junio de 2008
Conflicto con el campo: El pueblo argentino no es golpista
Manifestar en apoyo al diálogo entre el campo y el gobierno nacional no es una actitud golpista. La dirigencia política nacional antes de asumir como tal, e incluso antes de ser elegida por el pueblo, habló de voluntad de diálogo. ¿Qué pasó ahora? ¿Por qué se cierran las vías para lograr un acuerdo?
Basta de dirigentes políticos que enfrenten a los argentinos entre sí, la Argentina somos todos, sin banderas de clases ni banderas políticas.
Basta de culpar al Periodismo de falta de objetividad. Los periodistas también van al supermercado, se visten, tiene hijos que mandar a la escuela, viven inseguros, no son marcianos, son argentinos.Están en las calles y saben que piensa la gente, que le disgusta, y cuales son sus prioridades.
No pueden acusar al pueblo de querer su propia desgracia: un diputado por muy oficialista que sea no puede declarar que la gente que fue al cacelorazo es porque quiere pagar precios más altos por los productos que consume para defender una postura política.
Más allá del conflicto del campo, en muchos hogares de este país los niños no pueden tomar leche o comer un yogurt porque son artículos de lujo, mientras que en las publicidades se recomienda su consumo para que crezcan sanos.
Todavía hay niños que van a la escuela para poder comer y no para aprender.
Y a los libres intérpretes de la Constitución Nacional: el artículo 21(1) No llama a enfrentarse a argentinos contra argentinos sino a defender la patria ante amenaza exterior.
Por último, no se puede construir un país mejor con autoritarismo y soberbia. Es de ignorantes no reconocer los errores y volver sobre éstos para enmendarlos: "Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes solo necesitan saber a dónde van." (2)
1. Art. 21.- Todo ciudadano argentino está obligado a armarse en defensa de la patria y de esta Constitución, conforme a las leyes que al efecto dicte el Congreso y a los decretos del Ejecutivo nacional. Los ciudadanos por naturalización son libres de prestar o no este servicio por el término de diez años contados desde el día en que obtengan su carta de ciudadanía.
2.La frase es de José Ingenieros.
Basta de dirigentes políticos que enfrenten a los argentinos entre sí, la Argentina somos todos, sin banderas de clases ni banderas políticas.
Basta de culpar al Periodismo de falta de objetividad. Los periodistas también van al supermercado, se visten, tiene hijos que mandar a la escuela, viven inseguros, no son marcianos, son argentinos.Están en las calles y saben que piensa la gente, que le disgusta, y cuales son sus prioridades.
No pueden acusar al pueblo de querer su propia desgracia: un diputado por muy oficialista que sea no puede declarar que la gente que fue al cacelorazo es porque quiere pagar precios más altos por los productos que consume para defender una postura política.
Más allá del conflicto del campo, en muchos hogares de este país los niños no pueden tomar leche o comer un yogurt porque son artículos de lujo, mientras que en las publicidades se recomienda su consumo para que crezcan sanos.
Todavía hay niños que van a la escuela para poder comer y no para aprender.
Y a los libres intérpretes de la Constitución Nacional: el artículo 21(1) No llama a enfrentarse a argentinos contra argentinos sino a defender la patria ante amenaza exterior.
Por último, no se puede construir un país mejor con autoritarismo y soberbia. Es de ignorantes no reconocer los errores y volver sobre éstos para enmendarlos: "Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes solo necesitan saber a dónde van." (2)
1. Art. 21.- Todo ciudadano argentino está obligado a armarse en defensa de la patria y de esta Constitución, conforme a las leyes que al efecto dicte el Congreso y a los decretos del Ejecutivo nacional. Los ciudadanos por naturalización son libres de prestar o no este servicio por el término de diez años contados desde el día en que obtengan su carta de ciudadanía.
2.La frase es de José Ingenieros.
Ensayo: Placer, diversión y poder en cómodas cuotas
Placer, diversión y poder en cómodas cuotas
Autor: Marcela A. Varela
La mujer de principios de siglo XX encuentra, a diferencia del hombre, placer en el cine y la televisión. Ambos medios de comunicación proporcionan a aquella, un imaginario en el que es posible deleitarse sin salir del hogar.
Antes de que a la mujer se le concedieran derechos civiles y políticos, el único lugar reservado a aquella, dentro de la sociedad, era el hogar. Sin embargo, tampoco allí tenía autoridad ya que, siendo soltera estaba sometida a la patria potestad ejercida por el padre y, siendo casada, a la tutela del marido.
Además, dentro de la familia, el trato que se daba a los hijos varones era distinto al recibido por las hijas mujeres. En consecuencia, la inteligencia era una facultad privativa de los hombres, por consiguiente, eran lo únicos que tenían derecho a educarse en colegios y universidades.
Por otra parte, “las señoritas de la casa” debían mostrarse hábiles para las llamadas labores, como por ejemplo, el bordado y la costura.
La mujer había nacido para casarse, al menos, ése era el mandato impuesto como norma social. Entonces, se la preparaba para un matrimonio conveniente; en realidad, se trataba de un verdadero rito. De esta manera, la joven debía mostrarse sumisa y de buenos modales, pero, por encima de todo, debía ser “virtuosa”.
Así, llegaba a unirse a un hombre, al que ofrendaba la máxima virtud que poseía, su castidad.
En consecuencia, la virginidad se consideró durante mucho tiempo, “una prueba de amor”.
Sin embrago, aquella unión era más un contrato entre familias, que la expresión de un amor mutuo.
La sexualidad en la pareja giraba entorno del acto de procreación, por consiguiente, la relación carnal lejos estaba de la búsqueda y satisfacción del placer.
¿La negación del placer era compartida por hombres y mujeres? No sólo, no era compartida sino que revelaba una limitación impuesta por una sociedad conservadora y machista.
Entonces, el hombre encontraba fuera del ámbito familiar, espacios en donde saciar sus pasiones. Lugares como el burdel, el cabaret y el prostíbulo le proporcionaban, al mismo tiempo, sexo, alcohol en exceso y juego.
Mientras tanto, la mujer estaba dedicada a cumplir, resignada y eficazmente, con sus deberes de madre y esposa.
¿No deseaba la mujer tener una vida placentera? En realidad, por mucho que se empeñara en satisfacer sus necesidades de diversión y de goce en la pareja, la amenaza de reprobación social, echaba por tierra todo intento de “rebelión”.
Sin embargo, la aparición del cine y, posteriormente de la televisión, marcó una clara diferencia entre las mujeres que pelearon por sus derechos en las calles, es decir, aquellas que formaban parte de los movimientos feministas, y las que iniciaron su camino hacia la liberación desde el hogar.
La diferencia estaba dada por pares de opuestos tales como, espacio público/espacio privado; realidad/ficción y por último, universal/personal.
Hollywood for export: una vida de película
La televisión como máquina de fabricar sueños a granel, hace de lo imposible, “realidades posibles”. Una vez instalada en el ámbito familiar, se convierte en un “agente secreto” al servicio del público femenino.
Así, la mujer alienada de la realidad que le impone “vivir para cumplir” con sus obligaciones, es capturada por el imaginario que aquélla construye.
De esta manera, la relación comunicativa, se transforma en un espacio virtual de liberación; es decir, en nada ha cambiado el statu quo de aquélla pero, al identificarse con lo que anhela para sí; como espectadora, internaliza ideas prometedoras acerca de que “no hay imposibles”.
Sin lugar a dudas, nada más ejemplificador que las películas y las telenovelas. En ambas, hay ejes temáticos constantes, cuyo hilo conductor es “la persuasión de que en ellos se resuelven los problemas cotidianos”.
Así aparece en la pantalla chica el estereotipo de mujer avasallante que, haciendo uso de su belleza o de su personalidad, cautiva al hombre de sus sueños. Esta empresa de conquista amorosa no está nunca destinada a fracasar, por el contrario, los obstáculos que aparecen a lo largo de la historia, como por ejemplo, una segunda mujer disputando ese mismo amor-lo que se denomina “el tercero en discordia”-, son dirimidos felizmente, convirtiéndose la protagonista en una “heroína”.
El amor siempre era correspondido, se caracterizaba por ser algo así como un muro de hierro que era imposible de derribar. Además, más allá del tiempo y de las circunstancias, era eterno e inalterable.
También aparece en las historias de televisión, la idea de que todo y todos pueden ser transformados por obra de los sentimientos. En virtud de éstos, los villanos, por ejemplo, dejan de serlo si alguien los ama; contrariamente, los buenos, por ejemplo ante una traición deciden vengarse, convirtiéndose en seres malvados y perversos.
En esto, la combinación de la caja fuerte era el final feliz, así, no existen perdedores, todos triunfan en una vida plagada de conflictos soportando lo terrible con cierto estoicismo.
Los polos opuestos se atraen. De esta manera, los ricos se enamoran de los pobres, los malos de los buenos y viceversa.
Greta Garbo vs. Doña Rosa: de divas y de amas de casa
La mujer en la ficción, sobre todo en la década del 40 con el divismo, era presentada no sólo como objeto de procreación sino también, como objeto de deseo.
Por consiguiente, la imagen femenina “promocionada” por Hollywood, se caracterizaba por la sensualidad, el erotismo y el culto a la belleza; una suerte de femme fatal.
Doña Rosa, ¿qué sentía frente a esas vidas de película? Sencillamente, que también la suya lo era, al menos durante las horas que destinaba a mirar televisión.
De esta manera, aquélla se identificaba con el estereotipo de mujer que la “industria cinematográfica” hizo posible.
La búsqueda de relaciones vinculantes, por parte del ama de casa con las “Stars”, va más allá del vínculo espectadora-actriz. En la Traición de Rita Hayworth, Puig es elocuente al poner de manifiesto, a través de un diálogo entre dos personajes femeninos, la relación personal entre la espectadora y una mujer que, además de ser una diva, es una persona como ella.
Hay en la mujer espectadora, una actitud de “reconocimiento”, es decir, se reconoce en aspectos de la vida privada de la “mujer star”.
Así, el ama de casa hacía “especulaciones” acerca de la vida de su referente ficcional y en cierta medida, inconscientemente, se sirve de esto para justificar o minimizar su realidad.
En esto la mujer encuentra la satisfacción de placer y se enajena de su situación, para vivir en función de los personajes de la ficción.
La mujer espectadora, en consecuencia, derramaba lágrimas ante el sufrimiento, por ejemplo, de la joven protagonista, que en principio, no era correspondida en su amor; despreciaba a aquéllos que resultaban en la trama, rivales; además, los criticaba como si en verdad fueran oponentes suyos. Además, expectante soñará siempre con un final feliz.
En conclusión, la dinámica de la industria cultural propone la fragmentación del público, por esa razón, aquélla elabora un producto destinado, en este caso a la mujer, para lo cual, buscará en ella elementos que más tarde serán objeto de apropiación, de identificación, de alienación, de negociación o de rechazo por parte de ésta.
Este proceso no implica estrategias conscientes de manipulación, sino que la industria cultural es producida y sostenida por “seres sociales”.
De esta manera, el mundo que era de los hombres, es conquistado, gracias al cine y la televisión, por las mujeres, aunque sólo virtualmente; ya que los “permisos” de diversión, de placer y de poder, duraban lo que dura un filmo un capítulo de novela.
Sin embargo, no podríamos asegurar un absoluto conformismo, pues queriéndolo o no, no dejaban de dar ideas de liberación a las mujeres; a ese grito ahogado en las gargantas de este público consumidor, frente a una ficción que se asemejaba a una realidad cercana.
La mujer se embarca en una empresa destinada a creer que todo aquello, que resulta imposible, “puede ser posible”; se inicia así un proceso interno, desde el hogar a partir del rol de espectadora, para luego, sumarse a un proceso colectivo, para lo cual ya se encontraba preparada.
Autor: Marcela A. Varela
La mujer de principios de siglo XX encuentra, a diferencia del hombre, placer en el cine y la televisión. Ambos medios de comunicación proporcionan a aquella, un imaginario en el que es posible deleitarse sin salir del hogar.
Antes de que a la mujer se le concedieran derechos civiles y políticos, el único lugar reservado a aquella, dentro de la sociedad, era el hogar. Sin embargo, tampoco allí tenía autoridad ya que, siendo soltera estaba sometida a la patria potestad ejercida por el padre y, siendo casada, a la tutela del marido.
Además, dentro de la familia, el trato que se daba a los hijos varones era distinto al recibido por las hijas mujeres. En consecuencia, la inteligencia era una facultad privativa de los hombres, por consiguiente, eran lo únicos que tenían derecho a educarse en colegios y universidades.
Por otra parte, “las señoritas de la casa” debían mostrarse hábiles para las llamadas labores, como por ejemplo, el bordado y la costura.
La mujer había nacido para casarse, al menos, ése era el mandato impuesto como norma social. Entonces, se la preparaba para un matrimonio conveniente; en realidad, se trataba de un verdadero rito. De esta manera, la joven debía mostrarse sumisa y de buenos modales, pero, por encima de todo, debía ser “virtuosa”.
Así, llegaba a unirse a un hombre, al que ofrendaba la máxima virtud que poseía, su castidad.
En consecuencia, la virginidad se consideró durante mucho tiempo, “una prueba de amor”.
Sin embrago, aquella unión era más un contrato entre familias, que la expresión de un amor mutuo.
La sexualidad en la pareja giraba entorno del acto de procreación, por consiguiente, la relación carnal lejos estaba de la búsqueda y satisfacción del placer.
¿La negación del placer era compartida por hombres y mujeres? No sólo, no era compartida sino que revelaba una limitación impuesta por una sociedad conservadora y machista.
Entonces, el hombre encontraba fuera del ámbito familiar, espacios en donde saciar sus pasiones. Lugares como el burdel, el cabaret y el prostíbulo le proporcionaban, al mismo tiempo, sexo, alcohol en exceso y juego.
Mientras tanto, la mujer estaba dedicada a cumplir, resignada y eficazmente, con sus deberes de madre y esposa.
¿No deseaba la mujer tener una vida placentera? En realidad, por mucho que se empeñara en satisfacer sus necesidades de diversión y de goce en la pareja, la amenaza de reprobación social, echaba por tierra todo intento de “rebelión”.
Sin embargo, la aparición del cine y, posteriormente de la televisión, marcó una clara diferencia entre las mujeres que pelearon por sus derechos en las calles, es decir, aquellas que formaban parte de los movimientos feministas, y las que iniciaron su camino hacia la liberación desde el hogar.
La diferencia estaba dada por pares de opuestos tales como, espacio público/espacio privado; realidad/ficción y por último, universal/personal.
Hollywood for export: una vida de película
La televisión como máquina de fabricar sueños a granel, hace de lo imposible, “realidades posibles”. Una vez instalada en el ámbito familiar, se convierte en un “agente secreto” al servicio del público femenino.
Así, la mujer alienada de la realidad que le impone “vivir para cumplir” con sus obligaciones, es capturada por el imaginario que aquélla construye.
De esta manera, la relación comunicativa, se transforma en un espacio virtual de liberación; es decir, en nada ha cambiado el statu quo de aquélla pero, al identificarse con lo que anhela para sí; como espectadora, internaliza ideas prometedoras acerca de que “no hay imposibles”.
Sin lugar a dudas, nada más ejemplificador que las películas y las telenovelas. En ambas, hay ejes temáticos constantes, cuyo hilo conductor es “la persuasión de que en ellos se resuelven los problemas cotidianos”.
Así aparece en la pantalla chica el estereotipo de mujer avasallante que, haciendo uso de su belleza o de su personalidad, cautiva al hombre de sus sueños. Esta empresa de conquista amorosa no está nunca destinada a fracasar, por el contrario, los obstáculos que aparecen a lo largo de la historia, como por ejemplo, una segunda mujer disputando ese mismo amor-lo que se denomina “el tercero en discordia”-, son dirimidos felizmente, convirtiéndose la protagonista en una “heroína”.
El amor siempre era correspondido, se caracterizaba por ser algo así como un muro de hierro que era imposible de derribar. Además, más allá del tiempo y de las circunstancias, era eterno e inalterable.
También aparece en las historias de televisión, la idea de que todo y todos pueden ser transformados por obra de los sentimientos. En virtud de éstos, los villanos, por ejemplo, dejan de serlo si alguien los ama; contrariamente, los buenos, por ejemplo ante una traición deciden vengarse, convirtiéndose en seres malvados y perversos.
En esto, la combinación de la caja fuerte era el final feliz, así, no existen perdedores, todos triunfan en una vida plagada de conflictos soportando lo terrible con cierto estoicismo.
Los polos opuestos se atraen. De esta manera, los ricos se enamoran de los pobres, los malos de los buenos y viceversa.
Greta Garbo vs. Doña Rosa: de divas y de amas de casa
La mujer en la ficción, sobre todo en la década del 40 con el divismo, era presentada no sólo como objeto de procreación sino también, como objeto de deseo.
Por consiguiente, la imagen femenina “promocionada” por Hollywood, se caracterizaba por la sensualidad, el erotismo y el culto a la belleza; una suerte de femme fatal.
Doña Rosa, ¿qué sentía frente a esas vidas de película? Sencillamente, que también la suya lo era, al menos durante las horas que destinaba a mirar televisión.
De esta manera, aquélla se identificaba con el estereotipo de mujer que la “industria cinematográfica” hizo posible.
La búsqueda de relaciones vinculantes, por parte del ama de casa con las “Stars”, va más allá del vínculo espectadora-actriz. En la Traición de Rita Hayworth, Puig es elocuente al poner de manifiesto, a través de un diálogo entre dos personajes femeninos, la relación personal entre la espectadora y una mujer que, además de ser una diva, es una persona como ella.
Hay en la mujer espectadora, una actitud de “reconocimiento”, es decir, se reconoce en aspectos de la vida privada de la “mujer star”.
Así, el ama de casa hacía “especulaciones” acerca de la vida de su referente ficcional y en cierta medida, inconscientemente, se sirve de esto para justificar o minimizar su realidad.
En esto la mujer encuentra la satisfacción de placer y se enajena de su situación, para vivir en función de los personajes de la ficción.
La mujer espectadora, en consecuencia, derramaba lágrimas ante el sufrimiento, por ejemplo, de la joven protagonista, que en principio, no era correspondida en su amor; despreciaba a aquéllos que resultaban en la trama, rivales; además, los criticaba como si en verdad fueran oponentes suyos. Además, expectante soñará siempre con un final feliz.
En conclusión, la dinámica de la industria cultural propone la fragmentación del público, por esa razón, aquélla elabora un producto destinado, en este caso a la mujer, para lo cual, buscará en ella elementos que más tarde serán objeto de apropiación, de identificación, de alienación, de negociación o de rechazo por parte de ésta.
Este proceso no implica estrategias conscientes de manipulación, sino que la industria cultural es producida y sostenida por “seres sociales”.
De esta manera, el mundo que era de los hombres, es conquistado, gracias al cine y la televisión, por las mujeres, aunque sólo virtualmente; ya que los “permisos” de diversión, de placer y de poder, duraban lo que dura un filmo un capítulo de novela.
Sin embargo, no podríamos asegurar un absoluto conformismo, pues queriéndolo o no, no dejaban de dar ideas de liberación a las mujeres; a ese grito ahogado en las gargantas de este público consumidor, frente a una ficción que se asemejaba a una realidad cercana.
La mujer se embarca en una empresa destinada a creer que todo aquello, que resulta imposible, “puede ser posible”; se inicia así un proceso interno, desde el hogar a partir del rol de espectadora, para luego, sumarse a un proceso colectivo, para lo cual ya se encontraba preparada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)