domingo, 3 de octubre de 2010

La Argentina de la exclusión: ¿una sensación?

La Argentina de la exclusión: ¿una sensación?

Entre 2005 y 2006 se creó la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia y comenzó a funcionar el Consejo Federal de Niñez, Adolescencia y Familia para garantizar la educación de aquellos niños que estaban en situación de calle. Nota de Opinion: Marcela Varela

La justicia social surgió a mediados del siglo XIX para referirse a la necesidad de lograr un reparto equitativo de los bienes sociales.

En una sociedad justa se respetan los derechos humanos y se implementan políticas que tiendan al desarrollo de las clases menos favorecidas.
Una lectura cotidiana de la realidad socioeconómica y política de los últimos tiempos, amerita una pregunta: ¿desde qué nosotros pensar la justicia social?
Para quienes las políticas implementadas por el actual gobierno son un presagio de una Argentina en crecimiento; la justicia social es una realidad que el kirchnerismo hizo posible. En cambio para sus detractores, la tan anhelada justicia social es un ideal irrealizable.
Sin embargo, el gobierno Nacional hizo de aquélla, su caballo de batalla. Le sirvió para que cierto sector de la sociedad confiara a ciegas en un modelo de Estado que viene a corregir en apariencia, los deslices de la política de los años ´90.
Este nuevo modelo de Estado a través de políticas tales como, la Asignación Universal por Hijo, el afianzamiento del empleo formal, las pensiones a madres de más de siete hijos, el seguro de desempleo y jubilación, buscó compensar las desigualdades que surgen en el mercado y en otros mecanismos propios de la sociedad.
Entre 2005 y 2006 se creó la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia y comenzó a funcionar el Consejo Federal de Niñez, Adolescencia y Familia para garantizar la educación de aquellos niños que estaban en situación de calle.
También se alcanzó los estándares internacionales de inversión educativa a través de la Ley 26.075 de Financiamiento Educativo.
Todo parece indicar que en nuestro país, la justicia social, más allá de los tintes políticos, es una realidad evidente.
Sin embargo, por la 9 de Julio, por Avenida de Mayo, por Retiro y Once y Constitución hay personas de distintas edades que duermen en la calle.
Y seguimos nuestro recorrido. Vemos como la ancianidad muere de pié como los árboles. Y hablás con “el otro”; un vecino, un ciudadano, un alguien que se queja: “la plata no me alcanza”; “no consigo trabajo”; “tuve que dejar la facultad porque no tengo guita y mi viejo está sin laburo”; “tengo seis pibes y a mi marido lo dejaron sin empleo porque cerraron la fábrica, no sé qué les voy a dar de comer”.
Y te subís al colectivo. Ese otro te persigue como una sombra; pero te das cuenta que son hombres de carne y hueso; son argentinos que se quejan: “dicen que no hay inflación, y las cosas aumentan todos los días”; “la gente llama al ministerio para preguntar por la tarjeta de los alimentos, pero es el banco el que tiene que darles una respuesta”; “estamos frente a la Gobernación porque en campaña nos prometieron alimentos para los comedores, hace meses que no recibimos nada y no tenemos para darles de comer a nuestros chicos”.
Esos “otros”, no son los medios de comunicación que hacen de las sensaciones un mundo. No, esos “otros” son como usted, como nosotros. Son los argentinos de la democracia que aún no conocen los beneficios de la justicia social.

Fuente: www.realidad-argentina.com.ar

sábado, 11 de septiembre de 2010

Mi primera disertación

El viernes finalizaron en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza, las Primeras Jornadas Nacionales de Prensa y Comunicación, un espacio que me abrió las puertas para dar mis primeros pasos como disertante.

Como todo "hacer humano" merece una lectura crítica. Quedó una deuda por saldar : contar con claridad, qué tenía Marcela Varela para ofrecer al auditorio.

Marcela Varela no tiene años de trayectoria; pero el escaso tiempo que hace que se dedica al Periodismo está abonado por una fuerte vocación y disposición para el trabajo. Está avalado por los conocimientos adquiridos en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata, que es su orgullo; y por innumerables capacitaciones.

La oferta era sencilla, simple y humilde: era demostrar que vos, que él, que nosotros, que todos podemos superarnos, que con la formación académica no es suficiente para moverse en ciertos escenarios, que hay que caminar la calle, conocer su gente, ya que de eso vivimos; de comunicarnos con los otros.

¿Por qué hablar en las jornadas, de la Comunicación Política para reflejar todo esto? Porque la experiencia fue enriquecedora, más allá de los resultados electorales del caso planteado.

La importancia de la disertación estaba en contar una experiencia laboral en el tema y posibles maneras de resolver problemas; que de eso se trata nuestra labor cotidiana, de superar obstáculos.

No hubo estafa. Al comienzo de la disertación aclaré que no iba a teorizar sobre la Comunicación Política, ni me presenté como jefe de campaña del presidente Obama.

Desde el comienzo me distancié de los profesionales de trayectoria, reconociendo que estaba más cerca del auditorio que del estrado.

Pero a ver, más cerca no porque no valga lo que peso, sino porque mi objetivo era que los estudiantes vieran a un Sísifo de la Comunicación; a una persona que no se desmoraliza porque el mercado laboral no alcanza a cubrir las demandas.


Marcela Varela es una apasionada del Periodismo y la Comunicación que pelea desde hace años por vivir de su profesión.

Como aprendí a recibir con agrado todo lo que la vida me da; lo mucho, lo poco, lo grande y lo pequeño, es que mi balance fue positivo; con esto no quiero decir brillante...



sábado, 27 de febrero de 2010

El periodismo que viene-La carrera periodística

El periodismo que viene-La carrera periodística

Días atrás, un periodista joven, con un cargo importante en un diario de papel, me contó que no sabía si aceptar una propuesta de un nuevo medio digital.

Por Roberto Guareschi | 21.02.2010 | 02:26

Días atrás, un periodista joven, con un cargo importante en un diario de papel, me contó que no sabía si aceptar una propuesta de un nuevo medio digital. En momentos como ése, evaluamos nuestro pasado (el capital profesional que ponemos en juego) y nuestro probable futuro (la eventual ganancia). Es nuestra “carrera” la que intentamos planificar.

¿Qué es una carrera en periodismo hoy?

Yo hice una carrera en Clarín. Entré el Día del Periodista de 1976 y me fui el último día de marzo de 2003 como jefe de la Redacción. Se le llamaba carrera a un recorrido generalmente hacia arriba en una escalera de aprendizaje, reconocimiento profesional y monetario, y poder (el ranking es mío, claro).

En los años 70, hacer una carrera era trabajar en una institución que brindara seguridad. Empezar joven y salir jubilado, el recorrido de mis abuelos.

Pero los periodistas éramos un caso aparte. Una buena carrera era cambiar mucho de empleo: así, el crecimiento y el aprendizaje estaba más apoyado en uno mismo que en una estructura empresaria. Cambiar era crecer. Apenas dos años en el oficio, en La Razón, empecé a trabajar también en El Cronista, y luego estuve en el diario Noticias. Y mientras tanto, intenté hacer televisión: “audicioné” y gané un puesto como reportero en Canal 7 (Felipe Solá fue otro de los postulantes; sí, fue periodista) pero no lo tomé porque me obligaban a afeitarme.

El golpe militar cambió todo. No sólo estaba el peligro: se reducían mucho las fuentes de trabajo. Los periodistas también necesitábamos un lugar que nos diera cierta ilusión de seguridad.

Cuando se fueron los militares, ya estaba en marcha un cambio superior: ahora no era una catástrofe política sino la cultura de la época la que modificaba las condiciones para el periodismo. La informática desplazaba a la industria pesada, el conocimiento se transformaba en el valor supremo en la economía.

Las empresas con organizaciones verticales y procesos lineales (propias de las industrias tradicionales y los ejércitos... y de los diarios tradicionales) entran en crisis. Siempre funcionaron con un costo altísimo en energía derrochada: exigían creatividad y la castigaban porque el verdadero valor supremo no era la innovación, era la complacencia con las jerarquías, algo propio de los procesos industriales. Qué ironía, los diarios eran empresas del pasado que producían los bienes del futuro: la información y el conocimiento.

De pronto aparecen empresas como Google, capaces de trabajar con equipos, descentralizadas, deslocalizadas, en red, sin jerarquías congeladoras. Empresas capaces de estimular y aprovechar toda la creatividad: no se puedan dar el lujo de desperdiciarla porque su supervivencia depende de ella. “Hay una relación profunda entre el tipo de organización de los procesos sociales y los valores que los constituyen”, dice Felix Stalder en su libro sobre las ideas de Manuel Castells. “En el industrialismo, la forma social dominante es la jerarquía; en el informacionalismo, es la red”.

Las viejas empresas dicen “mi verdadero capital es la gente“ y en su acción concreta privilegian los procesos y las máquinas. A las nuevas empresas no se les ocurre decir eso. Sería como decir “yo respiro aire”. En ellas el poder se basa en el conocimiento y la capacidad de innovar y coordinar.

En esa cultura, no hay carrera en el viejo sentido. La época tiene un ratio de cambio inédito: Internet explotó en el ’95 con la aparición de los navegadores; en 1998, empezaron los blogs; en 2000, Google ya vendía avisos; en 2004, las redes sociales ya eran una fuerza imparable. Cada hito es un cambio profundo. Qué sentido tiene esperar un lugar cómodo para siempre. Suena a morirse, ¿no? Es la muerte.

El problema que tienen los periodistas jóvenes es que estamos en una transición y estamos en la Argentina, unos años atrás de un futuro que ya está ocurriendo en los países centrales. Todavía los diarios de papel tienen un gran prestigio entre los periodistas jóvenes. Y las nuevas tecnologías son asignaturas marginales en las carreras de periodismo; aún escucho decir que no hay que darles mayor espacio porque lo esencial del periodismo es inmutable.

Linda frase para quedarse quieto. Son las nuevas tecnologías de la información las que hacen posible la globalización. Son herramientas, sí, pero están embebidas en nuestra cultura: sin ellas, no podríamos comprender nuestro momento histórico ¡ni escribir sobre él!

Entonces: el riesgo de estar en la Argentina es prepararse para el pasado. No es solamente un problema de los medios ni de las escuelas de periodismo. Es un problema general: se ha gravado la importación de productos de informática para beneficiar a los ensambladores de Tierra del Fuego. Otra: los Kirchner privaron a las telefónicas  de la posibilidad de hacer triple-play para conseguir votos de la izquierda a la Ley de Medios. Es insensato: la tecnología impone la convergencia.

El otro problema para pensar hoy en una carrera es que estamos en la transición. Está en marcha la construcción de un periodismo nuevo pero el viejo aún tiene más prestigio y más gravitación social y política.

Los que hoy empiezan una carrera en periodismo tendrían que apostar a una promesa y navegar, si es necesario, en ambos mundos. Para mí, les conviene tener la cabeza y el corazón puestos en los medios digitales: vivir en aprendizaje y cambio. Las carreras profesionales siempre han sido, sobre todo, un recorrido interno. La gran novedad es que hoy un periodista puede tener su propio medio. No es el único camino. Es una posibilidad. Así que no necesita tanto como antes de soportes externos. Esto le voy a decir al colega que me consultó sobre su carrera.


Periodista. www.robertoguareschi.com