martes, 3 de mayo de 2011

Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando...


Por Marcela Varela

Hoy se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, sin embargo, se me antoja pensar en la “libertad” como una especie en extinción que pronto necesitará de campañas para sobrevivir a tanto autoritarismo gobernante.

La libertad como facultad natural que posee el ser humano de poder obrar según su propia voluntad, a la que quiero apostar con firmeza porque es en la defensa de ésta, en la que estamos fracasando como sociedad.

Somos tibios ante la farsa. Por zoncera tenemos una clase política que nos arrebata a diestra y siniestra nuestros derechos, porque a la zoncera le ganó la cobardía, que triste, ¿no?

No sé si la historia y sus pesares nos estrangularon la garganta y nos encadenaron el espíritu, pero va siendo hora de que nos despabilemos porque si no, un día quedaremos todos con una mano atrás y la otra delante.

Están atrapándonos en sus juegos de lenguaje. Nos dibujan una realidad color esperanza que pronto será un castillo en el aire que se desvanecerá cuando soplen los primeros vientos de la revolución.

Cuando digo revolución no digo violencia; digo cambio. Hasta eso nos han hecho creer, que si peleamos por lo que es nuestro por derecho, somos anarquistas, revolucionarios que ponemos en riesgo la institucionalidad de nuestro país.

La institucionalidad está en peligro porque la clase política está “degenerada”.

Como hombres y mujeres de prensa, nuestra responsabilidad es la de rebelarnos a través de lo que sabemos hacer, “periodismo”, y no voy a decir objetivo e independiente porque sabemos bien que eso no es del todo posible.

Si las voces se replican en favor de la libertad, nunca nos quedaremos sin palabras para combatir la mentira con la verdad, la injusticia con la ley, la guerra con la paz.

La frase que se me antoja alusiva a la celebración: Apuesten a volar como los cóndores antes que arrastrarse como las víboras…Genera enemistades pero lejos la mejor opción.

¡Qué viva la libertad, carajo!