lunes, 27 de abril de 2009
Tomás Eloy Martínez recibió el premio Ortega y Gasset de periodismo
El diario El País, de España, le otorgó el premio por su trayectoria profesional y el jurado lo alabó como "maestro de reporteros" y ejemplo de la excelencia.
Por: Héctor Pavón
"Es un premio a la persistencia", dice y se ríe de sí mismo Tomás Eloy Martínez horas después de haber recibido el llamado desde España que le anunciaba que había sido premiado con el Premio Ortega y Gasset a la Trayectoria Profesional, conocido como el "maestro de reporteros" y que otorga el diario El País.
"Me premian por el tiempo que uno está en un sitio haciendo las mismas cosas, tengo 50 años de profesión" dice con tono humilde y la voz cansada. No lo han dejado en paz, el teléfono no deja de sonar desde todo el mundo y le llegan mails de felicitaciones de todo aquel que alguna vez lo conoció o lo leyó.
El autor de Santa Evita, La novela de Perón, El vuelo de la reina y Purgatorio -entre otros títulos- vió reconocida "su larga experiencia", según el jurado del Premio Ortega y Gasset, en la faceta de periodista. Esa que lo llevó a escribir libros fundacionales en el periodismo latinoamericano como La pasión según Trelew o Las vidas del general. Tomás Eloy comenzó su carrera en el periodismo como corrector de pruebas en el diario La Gaceta de Tucumán, en la provincia donde nació. Después vinieron las crónicas políticas, de temas universitarios, internacionales "fui saltando de un lado a otro", dice.
Esta mañana recibió el llamado telefónico de Juan Luis Cebrián, fundador del diario El País quien lo invitó a recibir el premio en Madrid el 18 de mayo. "Me felicitó y le dije que iría si la salud me lo permitía". Y agrega: "Me dijo que era un premio a la trayectoria y yo le contesté que era un premio a un sobreviviente".
"Maestro de reporteros y ejemplo de excelencia en una de las carreras de periodismo más brillantes en lengua castellana", dice el acta de anuncio del premio español en el rubro Trayectoria.
El autor de El cantor de tango recibe este premio en un momento en que el periodismo y los periodistas se encuentran en plena transformación a partir de las innovaciones tecnologicas. "Creo que todos los cambios del periodismo deben estar ceñidos a dos ejes que son la responsabilidad y la calidad de la investigación. La responsabilidad para encarar la información y la calidad de la investigación para cumplir con el lector. Todos los problemas, los desafíos se pueden superar con una imaginación fértil y brillante".
Las épocas han cambiado, no sólo la tecnología ha transformado esta profesión; también los lectores y los periodistas lo han hecho. "Yo nací con el corset de hierro que era la pirámide invertida y junto con otros la violentamos con la narración. Ahora hay formas distintas, hay gente con una inmensa imaginación que puede sortear estos obstáculos sin mayores problemas", dice un poco agitado.
- ¿Qué fue lo primero que pasó por su mente cuando lo llamaron para darle la noticia?
- Me remonté a mis comienzos, pensé en mis primeros días de corrector. Allí tuve la fortuna de compartir la mesa con un filósofo, una escritora, fue una gran escuela de periodismo. En ese entonces estudiaba letras y compartía el mundo que traía de la facultad con el que mis compañeros ponían en evidencia, eran intercambios muy valiosos.
Los Premios Ortega y Gasset, creados por el diario "El País", en honor al filósofo español, distinguen anualmente los mejores trabajos periodísticos publicados en castellano en todo el mundo y tienen una recompensa económica de 15.000 euros en cada categoría, además de una obra conmemorativa de Eduardo Chillida.
El jurado de esta 26° edición estuvo presidido por el filósofo y académico de la lengua Emilio Lledó.
- ¿Y cuándo, cómo, nació el narrador que une al periodista con el escritor?
- Yo sabía a los ocho, nueve años que quería ser escritor. Un día llegó un circo al pueblo, me escapé y volví deslumbrado con una muchachita, vestida de mariposa. Me enamoré. Llegué muy tarde a casa, encontré a mis padres desesperados, buscándome con la policía, por los hospitales. Entonces, me impusieron una penitencia: no podía oír historias ni leer libros ni ir al cine durante un mes. Estaba tan desesperado que dije: voy a contarme una historia a mí mismo. Me inventé una historia en la que un chico, al cual sus padres castigan, se escapa de la vigilancia familiar metiéndose dentro de una estampilla. Y así conocía el mundo. Cuando terminé la historia, a mi madre la sorprendió; la vio, la leyó y me dijo: "Tomás, ¿qué es esto?", y le dije: "Es una historia que escribí para contarme a mí mismo un cuento, porque ustedes no me permiten leer cuentos, ni ver películas, ni que me cuenten historias. Entonces, le dijo a mi padre: "Hay que quitarle la penitencia, porque lo que está haciendo es más peligroso que lo que le prohibimos".
Fuente: Revista Ñ
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