viernes, 4 de julio de 2008

Crónicas sin tiempo.De príncipes a mendigos

Autor: Marcela Varela
“ A las cinco de la mañana recibo los diarios y a las seis ya estoy parado en Centenario y 36 para venderlos”. Pedro tiene 58 años, está divorciado, y vive con dos de sus hijos, María Gimena y Christian. Trabaja nueve horas diarias para ganar diez centavos por periódico, más ciento cincuenta pesos de sueldo básico. No hay tormenta, lluvia, ni día de calor que lo retengan en la comodidad de su casa. Con resignación, asume que desde hace muchos años su vida es como la de Sísifo.
Durante los últimos años, las políticas socioeconómicas implantaron un sistema de exclusión y de expropiación, material y simbólica. La gente no sólo ha perdido fuentes laborales, sino también, la posibilidad de educarse o de tener asistencia médica, pero además, la dignidad que da el trabajo, la seguridad y la esperanza de un futuro mejor.
El sistema democrático está en crisis porque no logra procesar las demandas en forma eficiente como consecuencia de una aguda sobrecarga. Ésta encuentra su principal fuente de alimentación en el proceso globalizador, particularmente en lo vinculado al paradigma neoliberal y sus consecuencias directas: desigualdad social, pérdida de poder soberano, expoliación de recursos naturales, exclusión, marginalidad, violencia y éxodo masivo.
__ Pedro, ¿Cómo hace para llegar a fin de mes?
__ Haciendo malabares. Compro en tres supermercados distintos, si no hago así, nos tenemos que privar de muchas cosas. Está bien que mis hijos colaboran con los gastos de la casa pero igual...
Pedro como muchos argentinos de clase media- o los nuevos pobres, como los denominan últimamente los sociólogos-vivió épocas de bonanza donde al parecer “todo era posible”.
“A los veintisiete años ya estaba casado y tenía a mi hija mayor, Marcelita. Primero fui barrendero, después recolector de basura en Capital Federal hasta que pude entrar en la Municipalidad de Buenos Aires como empleado administrativo”. Entre los años ’70 y ’80 existió lo que se denominó “carrera administrativa”, que conforme a un escalafón, permitía a los empleados de la administración pública ascender de categoría. Así fue como Pedro llegó a ser jefe de sección del departamento de Planificación y Control.
“Después que logré tener todos los beneficios que da un empleo estable- obra social, créditos, tarjetas de crédito, seguro de vida, salario familiar-y de veintiún años de trabajar en la municipalidad, me obligaron a aceptar el retiro voluntario”
Muchos fueron los que debieron dejar el lugar de trabajo de toda una vida porque: se iban con la indemnización en el bolsillo, o se quedaban a esperar que los despidieran de un momento a otro, así se había planteado la situación en el ’92 durante el primer gobierno de Carlos Menem.
“No reniego , gracias a la plata que me dieron me compre la casa. En ese momento, yo me divorcié y no tenía donde ir a vivir. Así, nos ahorramos de vender la otra casa, en la que viven mi ex – esposa, más que nada por nuestros hijos”.
En el Camino Centenario, como todos los domingos a las seis de la mañana a la altura de Villa Elisa, no había un alma. En Gonnet, los boliches todavía estaban abiertos. Pasaba un auto cada quince minutos. Pero ya Pedro estaba como un centinela mirando hacia La Plata. No gritaba: ¡ diaaaaariooooo, diaaaaariooooo!. No hacía falta. Con su remera estridente se lo podía ver a tres cuadras. Siempre se para erguido, y sacando pecho entre medio de las banderas con el nombre del diario, serio, sin hacer una sola mueca, y con la mano derecha apenas levantada muestra el periódico. Hace dos años que vive de la “actualidad” , y como en trabajos anteriores, siempre rescata lo mejor que le toca vivir.
“ Desde que me retiré de la municipalidad, si bien no volví a tener un trabajo estable, no me puedo quejar hice de todo. Estuve de portero en un edificio de Buenos Aires, después me empleé en una empresa de seguridad privada. ¡Nunca en mi vida había visto un arma! Hice changas de pintura para algunos conocidos, fui operario en OFA, una fábrica de Villa Elisa que no está funcionando en la actualidad. Mi ex suegra me ayudó contratándome como parquero . También vendí panchos y choripan en un puesto del Mercado Regional La Plata. Creo que hice de todo. La idea era salir adelante, tener para comer...”
Los argentinos desde hace dos décadas se enfrentan no sólo al flagelo de la desocupación sino a la precariedad de los empleos y a innovadoras formas de esclavitud.
Sin embargo, según Encuesta de Indicadores Laborales la tasa de desempleo bajo a 14,5 en el 2004.
Este descenso sin embargo, estaría dado por la gran cantidad de planes sociales impulsados por el gobierno para paliar el problema del desempleo. Pero, por otro lado, los 150 pesos que cobran los beneficiarios no les alcanza para cubrir sus necesidades básicas. Además, no tiene obra social, salario familiar, seguro de vida, ni ninguno de los beneficios que otorga un empleo estable y sujeto al derecho laboral.

La necesidad tiene cara de hereje


Hay quienes trabajan por centavos la hora, y no reclaman por temor a perder su único ingreso para llegar a fin de mes. A nadie conmueve el trabajo esclavo, porque a río revuelto ganancia de pescadores: no se hacen aportes jubilatorios, no se brinda cobertura médica, no se contratan seguros de vida y, como si tanta desidia fuera poco, se evitan los juicios por despido bajo la fórmula legal: debido a la reducción de personal... Por supuesto , siempre que el trabajador esté en “blanco”, caso contrario, es muy difícil que la Justicia falle a su favor.
El régimen laboral ha potenciado sus estrategias en detrimento de la clase trabajadora. En el año ´49 , la reforma constitucional a la carta magna de 1853 introdujo derechos sociales y laborales hasta entonces negados, hasta que la dictadura del ’76 la derogó.
Luego en el ´98 , la reforma laboral impulsada por el menemismo entró en vigencia acentuando cada vez más la brecha entre ocupados y desocupados.
El modelo neoliberal no dejó títere con cabeza. Pero en donde más se sintió el influjo negativo, fue en el sistema laboral, entiéndase, que dentro de este nivel macro se consideran al sistema laboral educativo, al sanitario y de salud.
La clase trabajadora perdió su poder de antaño porque la legislación ya no vela por sus derechos sino por los de la patronal. Los empresarios son lo que se arrogan el derecho de decidir cuántas horas debe trabajar un empleado, y cuánto es lo que debe percibir de salario. No hay mérito sino, a la mayor cantidad de producción a la que es capaz un individuo.
El trabajador dejó de ser una persona para convertirse en objeto y sujeto de producción, y es valorado de acuerdo a la eficacia de su trabajo en términos de productividad. Por tal motivo, el sistema excluye a los viejos; la experiencia es pura moralina, y se sirve de la juventud, pero no por lo que ella representa , sino porque la inexperiencia se paga menos. Tampoco una mujer puede aspirar a emplearse durante el embarazo. ¡ Es un sacrilegio! , no vaya a suceder que deba guardar reposo y por ende, produzca menos. Además, los gastos a la obra social, y después, cuando el niño está en edad escolar hay que pagarle salario familiar, darle a su madre días por enfermedad, en conclusión: saldo negativo para el sistema.
Además, no es aconsejable que los aspirantes a un puesto de trabajo sean demasiado capaces, éstos generalmente, tienen más argumentos a la hora de protestar y de exigir mejores condiciones de empleo, porque resultan más difíciles de convencer.
Pedro es sólo la punta del iceberg, en su vida se resumen los padecimientos de muchos otros Pedros, Rosas, fulanos y menganos.
Ahí está, pasándose las manos resecas por la cara. El roce aunque suave, le va reventando las ampollas. Tiene la piel muy blanca , y la visera de la gorra le ataja el sol. Tiene el rostro enrojecido hasta el área de los ojos; éstos parecen pintados con cal. Son las dos de la tarde, es jueves, ya está juntando todas las banderas. Hoy, para vender todos los diarios se tuvo que quedar hasta más tarde.
__ Me tengo que apurar porque sino pierdo el micro
__ Pero, Pedro ¿usted no vive por acá cerca?
__ Sí. Pero hoy es el día que nos pagan las comisiones, y nos hacen ir hasta La Plata. Así que la comisión se me va en viaje, pero no les quiero dar el gusto de que se queden con mi plata.
Se secaba el sudor de la frente. Estaba enojado porque le hubiera gustado darse una ducha. Para él, la pobreza nada tiene que ver con la falta de higiene. El servicio meteorológico anunció 32°. Había estado parado muchas horas, se quejaba del dolor que le causaban las várices, ya tenía los párpados caídos, pero su día aún no terminaba.
Golpea las manos en la casa de un vecino, se saludan. Después le recomienda que le cuide bien las cosas de trabajo que mañana a las seis menos cuarto las va a retirar. Le agradece y se despide. Con paso apresurado cruza el Camino Centenario casi sin mirar, y detiene el ómnibus que lo conduce hacia donde la miseria cotiza en centavos de peso.

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